Se lo tomó tan en serio que no me dejaba salir a la calle. Era un barrio con más dificultades que el de enfrente. El que podía vender lechugas las vendía, el que podía vender hachís lo hacía, otros eran chapucillas de fontanería o electricidad y otros sólo trabajaban durante la Semana Santa. Nosotros éramos once, los muebles cama y las literas eran clave. ¿Cómo tallan las camisetas de fútbol?